La apnea del sueño: no dormir bien te puede salir muy caro.
El café no sustituye un buen sueño. Si vives cansado, tu cuerpo está pidiendo atención
Dormir no es un lujo: es una inversión en salud. Y cuando el sueño se interrumpe por apneas (pausas en la respiración), el cuerpo “paga” la factura en forma de cansancio, bajo rendimiento, accidentes y, a largo plazo, mayor riesgo cardiovascular.
¿Qué es la apnea obstructiva del sueño?
La apnea obstructiva del sueño (AOS) ocurre cuando la vía aérea se cierra parcial o totalmente mientras dormimos. Esto provoca ronquidos, pausas respiratorias, microdespertares (a veces sin que lo notes) y baja de oxígeno repetida. El resultado es un sueño “fragmentado”: puedes pasar muchas horas en cama y aun así despertar sin energía.
Roncar no siempre es “normal”: la señal que muchos ignoran
El ronquido puede ser benigno, sí… pero cuando es fuerte, frecuente y se acompaña de pausas, jadeos o atragantamientos, debe tomarse en serio. Muchas veces quien primero lo detecta es la pareja o la familia: “deja de respirar y luego vuelve con un resoplido”. Esa historia clínica es clásica.
Ojo: no todos los que roncan tienen apnea, pero una apnea importante casi siempre deja pistas… y el ronquido suele ser una de ellas.
El precio de dormir mal: lo que la apnea puede causar
Cuando la apnea se repite noche tras noche, no solo afecta el descanso. Se asocia con:
Somnolencia diurna, “cabeza nublada”, mala memoria y cambios de ánimo.
Riesgo de hipertensión y mayor carga para el corazón por caídas repetidas de oxígeno.
Mayor probabilidad de infarto, evento cerebrovascular y arritmias en ciertas personas, especialmente con factores de riesgo.
Accidentes de tránsito y laborales por microsueños o falta de atención.
En pocas palabras: no es solo roncar; es salud, seguridad y calidad de vida.
Señales de alarma que justifican valoración
Consulta si presentas uno o varios de estos puntos:
Ronquido fuerte y habitual (casi todas las noches).
Pausas respiratorias observadas, jadeos, “ahogos” nocturnos.
Sueño no reparador, cansancio o somnolencia durante el día.
Dolor de cabeza matutino, boca seca al despertar.
Despertares frecuentes o ir al baño muchas veces en la noche.
Presión alta difícil de controlar.
¿Y en niños?
En pediatría, el ronquido persistente también merece atención. Puede asociarse a respiración bucal, sueño inquieto, pausas respiratorias, dificultades escolares o incluso hiperactividad. Si un niño ronca “como adulto”, vale la pena evaluarlo.
¿Cómo se confirma el diagnóstico?
El diagnóstico se apoya en la historia clínica y estudios de sueño como la polisomnografía o pruebas domiciliarias seleccionadas. No se trata de adivinar: se trata de medir qué está pasando con la respiración mientras duermes.
Tratamiento: hay opciones (y se personalizan)
El manejo depende de la severidad y la anatomía de la vía aérea. En términos generales puede incluir:
CPAP (presión positiva): tratamiento muy efectivo en muchos casos.
Dispositivos de avance mandibular (en pacientes seleccionados).
Medidas de estilo de vida: peso saludable, evitar alcohol/sedantes, dormir de lado.
Manejo de obstrucción nasal y, en casos específicos, cirugía como :
-Septoplastia
-Turbinoplastia
-Cirugía de válvula nasal
-Rinoplastia funcional
Cirugía orofaríngea:
Faringoplastia con o sin amigdalectomía
Adenoidectomía
Base de lengua:
Reducción de amígdala lingual
Epiglotis:
En colapso epiglótico significativo →
Hemiepiglotectomía o resección parcial de epiglotis.
¿Qué puedes hacer desde hoy?
No normalices el ronquido fuerte.
Evita alcohol por la noche y automedicarte con sedantes.
Cuida horarios de sueño y prueba dormir de lado.
Si hay somnolencia diurna, pausas respiratorias o hipertensión, no lo dejes pasar: consulta.